El deportivo más legendario del automovilismo chileno

Por Rodrigo Velasco S.

Existe consenso entre los aficionados al deporte motor que hubo un auto deportivo que descolló en los caminos y pistas del país, transformándose en verdadera leyenda del automovilismo nacional. Se trata del Austin Healey que llevó tantas veces a la victoria en la década del 60 su envidiado propietario, el destacado piloto Germán Picó Domínguez.

Originalmente el coche era un roadster  Austin Healey 100-6 de color blanco, equipado con un motor 6 cilindros de 2.600 c.c. de dos carburadores y válvulas en la culata, el que tenía una potencia aproximada de 117 HP, con frenos de tambor y caja de 4 velocidades más overdrive. Con esta conformación el auto participó exitosamente desde comienzos del año 1961 en varias competencias del calendario oficial en la categoría sport, destacándose en los circuitos de la Costanera en Santiago (2°lugar) y de Playa Ancha en Valparaíso (1er lugar).En el circuito de Limache obtuvo un 2° lugar en su debut, pero tiempo después participó nuevamente en ese mismo escenario, obteniendo esa  vez el triunfo. También corrió en la recordada  competencia caminera llamada Las Dos Provincias (entre la capital y las ciudades de la Quinta Región) en la que logró un meritorio 2° lugar.

Entusiasmado con estos éxitos, Germán Picó decidió pasar su veloz bólido inglés a las ligas mayores, para lo cual le hizo sustanciales modificaciones y mejoras de todo orden. Le importó un motorpreparado por el departamento de competición de la British Motors Corporation que era una derivación del motor con que corrían en rally en Europa los Austin Healey oficiales. Era conocido como MK3/ 3.000 aunque tenía en realidad 2.912 c.c., con doble encendido, culata de aluminio, pistones y leva especiales, 3 carburadores SU HS4 y múltiples así como tubos de escape de carrera, con todo lo cual su potencia llegaba hasta los 200 HP. Además se le instalaron frenos de disco en las 4 ruedas, suspensión de carrera de la fábrica B.M.C. y llantas especiales Borrani de rayos, entre otras cosas. El equipo de mecánicos a cargo de la transformación fue encabezado por el técnico Enrique Espinoza. Finalmente, el techo duro fue soldado a la carrocería del convertible, para obtener así una mayor rigidez, y el coche fue pintado de color rojo.

Convertido así en un verdadero “monstruo” de la velocidad, el ya famoso Austin Healey pasaría al primer plano del automovilismo al obtener sonadas victorias en los circuitos de San Bernardo, de Los Dominicos y de Tobalaba. Por  cierto, brillantemente conducido por su dueño, existiendo ya a esas alturas una total y perfecta simbiosis entre la potente máquina y su hábil piloto.

La fama del precioso coche llegó a la cúspide luego de sus espectaculares triunfos en los Grandes Premios SOPESUR (Sociedad Periodística del Sur) de los años 1965 y 1966. En la carrera del 65, tuvo una actuación muy sobresaliente al escoltar de cerca al vencedor de la serie mayor de Turismo Carretera, nada menos que el Chevrolet del popular Raúl “Papín” Jaras. Germán Picó participaba en la categoría Gran Turismo, la que por cierto ganó con facilidad, pero además con su Austin Healey superó a  los competidores de todas las demás categorías, en una performance sorprendente con la que obtuvo el 2° lugar en la Clasificación General.

Al año siguiente, en la SOPESUR del 66, Picó superó lo que parecía imposible: ganarle en su bólido inglés a todos los potentes coches de Turismo Carretera. Esa carrera fue la que hizo que su auto deportivo se constituyera en objeto de admiración de todos los jóvenes aficionados que tuvimos la suerte de ir a pararnos al costado de la Panamericana Sur para ver pasar el Gran Premio. Luego de ese magnífico triunfo “el Austin Healey de Picó” pasó a ser un verdadero objeto de culto entre los tuercas, una leyenda hasta el día de hoy. Su actuación en esa carrera fue absolutamente increíble: batió primero el récord entre Santiago y Valdivia con 4 horas 37 minutos y 9 segundos para los 816 kilómetros de recorrido. Como si eso fuera poco, entre Santiago y Puerto Montt paró los cronómetros en 5 horas 46 minutos y 52 segundos  a un promedio de 176,825 KPH. Pese a sus esfuerzos, los astros Boris Garafulic y Luis Gimeno, que comandaban la serie de Turismo Carretera en sus coches Ford,  no lograron superar a Germán Picó y su pequeño gigante. El Austin Healey se coronó vencedor del Gran Premio logrando hacer su recorrido total entre Santiago, Puerto Montt y Concepción en el tiempo de 9 horas 39 minutos y 34 segundos, a una velocidad promedio de 175,279 KPH; marca con la que quebró en casi 14 minutos el récord que tenía el campeón nacional “Papín” Jaras para la misma distancia.

Podría pensarse que la increíble hazaña del Healey de Picó en el Gran Premio SOPESUR de 1966 fue su victoria deportiva más importante, pero en realidad hubo otra tanto o más relevante por su prestigio internacional. Fue pocos meses después cuando el ya célebre  deportivo fue llevado hasta la ciudad de Lima para la disputa de la afamada prueba internacional denominada Las Seis Horas Peruanas. En esa carrera Germán Picó compartió la butaca izquierda con el conocido piloto Alberto Reyes Finlay.  Al concluir  las largas horas de competencia y ante el asombro del público peruano, el binomio chileno se alzó con el triunfo en  la categoría de Fuerza Libre. Así, el mítico Austin Healey conducido magistralmente por la dupla Picó-Reyes superó una vez más a coches de carrera muchísimos más poderosos, entre los que se contaban Ferrari, Porsche, Ford Mustang, Mercedes Benz, Cobra, Lotus, etc.

Con todos los laureles encima, al año siguiente su propietario decidió vender el glorioso automóvil, al pasar Picó a integrarse como piloto oficial del equipo Scuderia Concesionarios Fiat. El deportivo británico fue comprado  Juan Trabucco,quien a su vez se lo vendió luego a los hermanos Peralta, conocidos corredores de la época. Lamentablemente, a poco andar, los Peralta  se accidentaron en él y el auto se incendió, destruyéndose completamente. Así llegaría el  muy triste final de un  deportivo de carreras noble y victorioso, ícono de los años sesenta, el que llegó a ser auténtica leyenda de nuestro automovilismo. Germán Picó Domínguez, su eximio conductor que llevó al Austin Healey a tantos triunfos, falleció en agosto del año recién pasado. Ambos han quedado ocupando un sitial muy destacado en la historia del automovilismo deportivo chileno.